Creo que, si cambias la manera en que miras las cosas, las cosas cambian”

Wayne Dyer

En los años 70, dos psicólogos de la universidad de Harvard, Christopher Chabris y Daniel Simons, llevaron a cabo un experimento singular, que con el tiempo se ha convertido en uno de los experimentos más conocidos y renombrados en el campo de la psicología1.

Hicieron un cortometraje de dos equipos de personas moviéndose y pasándose pelotas de baloncesto. Un equipo vestía camiseta blanca y el otro, negra. Con el vídeo editado, sus estudiantes se dispersaron por el campus de Harvard para realizar el experimento: pedían a voluntarios que visualizaran el vídeo y contaran en silencio el número de pases realizados por los jugadores vestidos de blanco e ignoraran los pases de los jugadores vestidos de negro.

El video dura menos de un minuto. Si quieres probar el ejercicio, deja de leer ahora y ve al sitio: https://youtu.be/vJG698U2Mvo donde podrás visualizar el video de pases de baloncesto. Mira el video con atención y asegúrate de incluir tanto los pases aéreos como los pases de rebote en tu cuenta. (Si quieres realizar el experimento, no sigas leyendo y visualiza el vídeo.)

Inmediatamente tras la visualización del video, los estudiantes pedían a los participantes que dijesen cuántos pases habían contabilizado.

A la mitad del video, una estudiante vestida con un traje de gorila de cuerpo entero entra en la escena, se detiene en medio de los jugadores, mira a la cámara, se golpea el pecho y luego se aleja, tras haber permanecido unos nueve segundos en pantalla.

¡Sorprendentemente, entorno a la mitad de los participantes en el estudio no vio al gorila! Desde entonces, el experimento se ha repetido multitud de veces, en diferentes condiciones, con diversas audiencias y en varios países, pero los resultados son siempre los mismos: aproximadamente la mitad de las personas no logra ver al gorila. ¿Cómo es posible que la gente no vea a un gorila caminar directamente frente a ellos, girarse para mirarlos, golpearse el pecho y alejarse? ¿Qué hace invisible al gorila? Este error de percepción es el resultado de la falta de atención a un objeto inesperado, por lo que se conoce con el nombre científico de “ceguera por falta de atención”.

Cuando las personas dedican su atención a un área o aspecto particular de su mundo visual, tienden a no percibir objetos inesperados, incluso cuando esos objetos inesperados son prominentes, potencialmente importantes y aparecen justo donde miran.

Lo que más impresionó a los autores del estudio fue la sorpresa que mostraban las personas cuando se daban cuenta de lo que se habían perdido. Al volver a ver el video, esta vez sin contar pases, todos vieron al gorila con facilidad y se sorprendieron. Algunos dijeron espontáneamente: “¡¿Me perdí eso ?!” o “¡No puede ser!” Otras personas les acusaron de cambiar el vídeo mientras no miraban.

Damos por supuesto que los objetos visualmente distintivos o inusuales van a llamar nuestra atención, pero, en realidad, con frecuencia pasan completamente desapercibidos.

Somos completamente inconscientes de aquellos aspectos de nuestro mundo que quedan fuera de nuestro foco de atención actual”.

He podido comprobar en numerosas ocasiones cómo esta última conclusión se cumple, no solo con las percepciones visuales, sino también con las cognitivas. En mi experiencia verifico, una y otra vez, que no sólo no vemos, si no que no podemos ver muchas cuestiones de las que no somos conscientes. Este hecho es una de las herramientas que hace de la mediación un proceso tan potente. Gracias a la participación y ayuda del mediador, las partes pueden ver al “gorila” que hasta ese momento permanecía “invisible”, lo cual les permite obtener otro punto de vista y una percepción nueva, que facilitan el encuentro y la gestión del conflicto que las ha llevado al proceso de mediación.

Un ejemplo de estas circunstancias se produjo hace pocos días, en un proceso de mediación de una persona con parte de su familia más cercana. Estábamos trabajando en sesión individual, observando las relaciones y cómo ella se ubica con respecto a su familia. Tras estar un buen rato mirándola a ella, analizando cómo se siente y qué necesidades tiene en ese lugar en el que ella se sitúa, paso a indagar y a preguntarle por su hermana. Al poco de empezar a preguntar y acompañarla a ponerse en la piel de su hermana, se para, se gira y me mira directa, con los ojos fijos y cara muy seria. Permanece unos segundos callada y me dice:

– Me estoy enfadando mucho. ¿Por qué tenemos que empezar por mi hermana? ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué no me mira a mi nadie nunca? ¿Por qué siempre hay que empezar por los demás?

Yo recojo lo que me transmite:

– Veo que estas enfadada porque estamos mirando a tu hermana y necesitas que te miremos a ti. Te habría gustado que te mirásemos a ti en primer lugar, ¿verdad?

– ¡Claro! ¡Yo siempre quedo desatendida! ¡Me ocupo de todos y nadie se ocupa de mí!

– ¿Puedes recordar que acabamos de estar mirándote y trabajando contigo? ¿Que precisamente hemos empezado por ti?, le pregunto.

– Ehhh, ¿queee? ¿Qué me estás diciendo? Me responde con auténtica cara de sorpresa e incredulidad y todavía más enfado, si cabe.

– Sí. ¿No recuerdas que acabamos de estar un buen rato mirando lo que sucede a tu alrededor? ¿Recuerdas que has comentado que, en las actuales circunstancias, te sientes enfadada, desatendida…? ¿Que necesitas que tu familia te mire y que necesitas espacio?

– Ehh… mmm…

Su cara de sorpresa sigue ahí, balbucea y no es capaz de articular palabra. La cara le va cambiando y el enfado se va transformando en desazón, fatiga y pesadez.

Al cabo de un rato ya empieza a tomar consciencia y a recapacitar.

– ¡No es posible! ¡No me lo puedo creer!

Esta persona, gracias al proceso de mediación, ha podido observar el gorila que tenía delante de los ojos y era incapaz de ver. Ha tomado consciencia de la realidad y de una narrativa distinta de la que ella se estaba contando; una narrativa que, ahora, le permite mirar las cosas desde otra perspectiva y con otros ojos, y le facilita el acercamiento y la conexión con su familia más cercana, mejorando así su autoconocimiento, su calidad de vida y sus relaciones.

Y me gustaría cerrar este post con un “aviso a navegantes”. En los numerosos estudios que se han hecho relacionados con esta “ceguera” -tanto por Christopher Chabris & Daniel Simons como por otros investigadores-, como comentado anteriormente, un 50% de los participantes no ven al gorila. Es un hecho. Un dato constatado. Sin embargo, cuando se pregunta a las personas que aún no han participado en el experimento, si creen que ellas habrían visto al gorila, un 90% afirma que sí. Que sin duda lo habrían visto. Así que, si estás pensando que tú sí verías al gorila, o que lo que acabo de relatar a ti no te puede pasar…Reconsidéralo 😉

1Fuente: The Invisible Gorilla And Other Ways Our Intuition Deceives Us. Christopher Chabris & Daniel Simons