A la hora de mediar o de resolver conflictos, hay una pregunta que surge más veces de las que nos gustaría:

¿Qué hacer cuando una de las partes no quiere realmente dialogar, sino simplemente abusar, manipular o imponer su voluntad?

Imaginemos la situación: una persona acude con la mejor intención de dialogar, escuchar, entender, construir acuerdos. Pero enfrente encuentra a alguien que solo piensa en su propio beneficio, dispuesto incluso a mentir o presionar para lograrlo.

No se puede negociar con alguien que dice: lo que es mío es mío, y lo que es tuyo es negociable.”

John F. Kennedy

¿Qué sentido tiene entonces la mediación? ¿Es posible negociar en situaciones así?

Cuando la mediación se convierte en un arma para el más fuerte

Uno de los mayores riesgos para mediar es que el proceso sea instrumentalizado por quien tiene más poder, más recursos o menos escrúpulos.

La mediación está pensada como un espacio seguro para el diálogo; pero si una de las partes la usa como fachada para seguir abusando, la mediación pierde su esencia.

Aquí encontramos dos elementos clave:

  • La buena fe: Sin voluntad real de buscar un acuerdo que beneficie a todos, el proceso no es auténtico.

  • El desequilibrio de poder: Si una parte domina completamente a la otra (económicamente, emocionalmente o por posición social), puede transformar la mediación en una herramienta más para incrementar la presión.

Sin voluntad de mediar

Entonces, sin voluntad de mediar, ¿Qué se puede hacer?

1.- Reconocer la realidad

Lo primero es ver con claridad que no siempre es posible mediar. A veces, la parte que busca acuerdos se encuentra ante alguien que solo busca ganar a toda costa. Reconocerlo evita frustración y protege la dignidad de quien sí tiene voluntad de diálogo.

2.- Evaluar el proceso

Un mediador imparcial debe valorar si existen condiciones mínimas para continuar: respeto, honestidad, disposición a entender el punto de vista de la otra parte. Si no se dan, la mediación puede suspenderse o incluso no iniciarse.

3.- Explorar otras vías

En algunos casos, puede ser necesario recurrir a vías legales, denunciar abusos o buscar apoyos externos para restablecer el equilibrio antes de retomar el diálogo.

4.- Trabajar los límites internos

Quien quiere mediar desde la buena fe necesita también aprender a poner límites claros: no todo vale en nombre del entendimiento. Saber retirarse a tiempo también es un acto de autocuidado.

Reflexión final

La mediación y la negociación son poderosas herramientas para transformar conflictos. Pero no funcionan cuando una parte no quiere ver a la otra como persona, y la ve solo como un obstáculo o un recurso que explotar.

A veces, la mayor muestra de respeto hacia uno mismo (y hacia el proceso) es reconocer que, por mucho que deseemos mediar o un acuerdo, no siempre depende solo de nosotros.

Sin voluntad de mediar se rompen puentes

¿Te has encontrado alguna vez en una situación así?

Te leo en los comentarios. Compartir experiencias ayuda a visibilizar que no siempre se puede… y que no pasa nada por reconocerlo.

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