Yo, hace un tiempo, al leer lo que acabo de cuestionar hubiese respondido ¡Pues vaya pregunta! ¡Claro que soy maduro y asumo mis responsabilidades! A día de hoy no lo tengo tan claro…

Me explico. Para ello voy a empezar remontándome unos miles de años. Según Walter Wink en su libro “The Powers That Be”, entre ocho y diez mil años. Desde entonces, nuestra sociedad está educada para que, ante un conflicto, recurramos “al rey” (léase autoridad) para que imparta justicia. Hasta hace no tanto, y todavía hoy en día en algunos lugares del mundo, la justicia se imparte de una manera arbitraria y el que la aplica, además, lo hace en muchos casos en beneficio propio y de los suyos. De este sistema de justicia se evoluciona a nuestro sistema actual donde ya hay unos criterios (leyes, normas) que son aplicados por profesionales imparciales (jueces). Y aquí hay un punto que quiero recalcar. Desde hace miles de años hasta hoy en día, hay algo que no ha cambiado nada en nuestra cultura: el recurrir a un tercero -a la autoridad- para que de solución a nuestro conflicto. Esta manera de actuar la tenemos grabada en el ADN personal, grupal, cultural… Cuando no sé qué hacer con un conflicto que se me va de las manos, apelo a la autoridad. Y además, esta es la manera en que la mayoría seguimos educando a las generaciones que vienen por detrás. Cuando somos niños y tenemos un conflicto con un hermano, familiar, etc. ¿qué hacemos? Recurrimos a la autoridad:

– ¡Papá! ¡Mamá!

¿Y qué hace la autoridad? Resolver por nosotros:

– Fulanito, deja en paz a tu hermano y pídele perdón.

– Menganita, devuelve el juguete y dale un beso a tu hermanita.

Y esto sigue y se afianza en la escuela, donde recurrimos al profesor/director. Con el hábito fuertemente arraigado más tarde en el trabajo recurrimos al jefe/director y en última instancia al juez. A los tribunales. Es lo que llevamos de herencia, cultura y de educación desde tiempos inmemoriales. Ni se nos pasa por la cabeza que pueda haber otras opciones. Lo hacemos de manera totalmente automática e inconsciente. Si fuésemos conscientes del asunto y nos planteáramos que con ese comportamiento estamos cediendo todo el poder sobre nuestro conflicto a un tercero que no tiene ni idea del mismo, al que posiblemente le traiga sin cuidado mi problema, y vete tú a saber qué va a sentenciar, igual actuaríamos de otra manera.

¿Cómo sería tener al máximo experto en nuestro conflicto (nosotros) tomando las riendas del tema, asumiendo la responsabilidad del asunto, llegando a las soluciones más convenientes e insospechadas y descartando las que no nos sirven? Suena demasiado bonito, ¿verdad? Pues es posible. Hoy por hoy, para muchas personas, debido a la inercia y carga cultural que he mencionado arriba, con ayuda, claro. Con la ayuda de un mediador. Pero esta opción exige un grado de madurez importante. De ahí la pregunta del título. Es necesario que tomemos consciencia, asumamos la responsabilidad de nuestras cuestiones y dejemos de comportarnos como ese niño que prefiere que “papá” le resuelva el problema -aunque incluso lo que vaya a decidir “papá” no nos guste o nos perjudique- y retomemos las riendas de nuestros asuntos. Y cuando hablo de madurez no me refiero solo a la personal. Hablo también de nuestras empresas, sus directivos, nuestra cultura, la sociedad.

El otro día hablaba de mediación con una figura de referencia y peso en el sector naval que me decía:

– Adrián, la mediación es difícil que arraigue. Mira. Si yo tengo un conflicto serio con alguno de mis clientes voy a ir a juicio. No me voy a plantear ir a mediación. Si voy a mediación y llegamos a un acuerdo, voy a tener que defender mi decisión ante el consejo de administración. Mi puesto va a estar en juego. En cambio, si voy a juicio, es el juez el que ha dictado sentencia. Es su decisión y no la mía, aunque sea perjudicial. El chivo expiatorio es el juez y no yo.

Este es uno de tantos ejemplos de los que hablo cuando hablo de falta de madurez. En este caso, el peso tan grande de nuestra cultura y educación se une a la falta de madurez para asumir la plena responsabilidad que ha otorgado el consejo de administración al directivo.

El espacio de mediación que nos gusta generar en Orienta PDV es un lugar ideal para empoderarnos, responsabilizarnos y retomar las riendas de nuestros conflictos. Ser nosotros mismos los que decidamos qué queremos hacer con nuestros asuntos y nuestra vida, y no un tercero.

Te invito a que ante tu próxima situación (personal, profesional…) que no puedas o te cueste mucho gestionar, que quieras que te den “la razón” y/o que “castiguen” a la otra parte, reflexiones sobre lo que te he contado y pruebes, como alternativa, la mediación.