Desde hace ya unos cuantos años que estoy divulgando y difundiendo la mediación como sistema alternativo de resolución de conflictos en distintos foros. Uno de ellos es el congreso anual de ingeniería naval que organiza la AINE, Asociación de Ingenieros Navales de España. Tanto la Asociación como el Colegio de Ingenieros Navales, conocedores de todo lo que contribuye y beneficia la mediación a nuestra industria y, por supuesto, a la sociedad, me han apoyado en todo momento. Entre otros, siempre que lo he solicitado me han cedido un espacio para mis charlas divulgativas.

Este año, casi recién llegado a las instalaciones donde se celebraba el congreso anual, dos compañeros, nada más verme se me acercan y me espetan:

– Adrián, ¡cuánto hemos hablado de ti! Últimamente te tenemos mucho en mente. Luego con calma te contamos.

Recién aterrizado escucho esto y, claro, me quedo con la curiosidad activada y la mente dando vueltas al asunto: ¿Habrán estado con algún amigo común?¿Algún cliente que les ha mencionado mi nombre?¿Algún antiguo alumno que les ha hablad de mi?…

Ansioso por despejar la incógnita, a la siguiente ocasión que volvemos a cruzarnos, les asalto con la inevitable pregunta:

– ¿Qué es eso que os ha hecho hablar de mi?¿Por qué me tenéis tanto en mente?

– Adrián, ¡necesitamos un mediador!

El solo hecho de escuchar esa frase ya hizo que, internamente, me dijese que todo mi esfuerzo de divulgación está siendo fructífero. Adrián, me dije, tus charlas y experiencias compartidas están calando y son útiles.

Mi compañero siguió contando:

– Estamos involucrados en un proyecto complicado con bastantes actores. El cliente final y el astillero han llegado a un punto complicado dónde los puntos de vista de uno y otro son bastante distantes. La situación está caliente, y aunque parezca que el conflicto es solo entre ellos dos, al final, realmente nos afecta a todos. Nosotros tenemos muy claro que un mediador puede aportar mucha luz y tranquilidad al proyecto. Sobre todo ayudando a que cliente y astillero acerquen posiciones y se desbloqueen algunas cuestiones vitales. A que puedan entenderse mejor, a ver las necesidades mutuas y encontrar estrategias adecuadas para satisfacerlas. De momento están bloqueados en sus posiciones y no son capaces de ver más allá.

Me consta que la opción de mediación se puso sobre la mesa. Mis compañeros conocedores del proceso de mediación, de experiencias previas como la de “Pepe”, tienen claros los múltiples beneficios y las nulas contraindicaciones o efectos secundarios de acudir a esta vía para mejorar las relaciones empresariales y personales. Sin embargo, por una falta de cultura de resolución de conflictos alternativa a la judicial – normalmente la única que conocemos -, los actores principales piensan que la mediación no va a ser útil. No quieren adentrarse en un camino no explorado. Aun a sabiendas que el camino conocido suele ser desastroso para todos.

A día de hoy, por nuestra fuerte y arraigada cultura judicial y paternalista -más de esto en siguientes posts-, nuestros hábitos y desconocimiento de alternativas como la mediación, no todos estamos ni preparados ni dispuestos a intentar otras vías. Es normal, y como todo cambio cultural profundo, requiere su tiempo y sobre todo, nuestra madurez como personas, empresas y sociedad.